Arte, Tendencias

Frida y sus mil amores

Llega febrero y con el San Valentín, una fecha amada por los enamorados del amor y odiada por todos aquellos a los que nos han roto el corazón pues las flores y los chocolates se convierten en un recordatorio constante de que tal vez nunca vamos a encontrar a esa otra mitad de la que tanto nos han hablado las películas y los cuentos, de que el amor no es para nosotros, pero ¿qué pasaría si dejáramos a un lado esa idea de que para celebrar y disfrutar esta fecha necesitamos tener a nuestra media naranja? Probablemente, no nos aferraríamos a relaciones que no nos hacen bien, que no nos conformamos con lo mínimo para no pasar estas fechas comiendo noodles y viendo friends y que sin duda alguna Frida no hubiese sufrido tanto por Diego. Pensando en artistas que hablen del amor es imposible no pensar en la artista mexicana y su historia con el muralista Diego Rivera, sin embargo, es interesante ver como su historia de amor ha sido convertida por la historia del arte en casi que el hito más importante de su vida, cuando su obra, que aunque no consta de la mejor técnica, nos habla desde lo más profundo de los rincones de su corazón de muchos tipos y formas del amor y no solo del de que sentía por Diego. Hoy queremos contarte acerca de los otros grandes y olvidados amores de la vida y obra de Frida.

Uno de los más interesantes fue su amor por la dualidad siendo el cuadro de “Las dos Fridas” un clarísimo ejemplo de esto. Frida vivía fascinada por la dualidad del ser y su importancia dentro de la construcción de quienes somos, una oposición energética que nos permite bailar entre los opuestos, que nos permite fluir y mutar. Por otro lado, estaba su evidente amor por los animales que podemos observar en obras como “Autorretrato con collar de espinas” en el que a su lado se encuentran dos de sus mascotas, un gato y un mono, una en cada regazo de sus hombros, los animales fueron sin duda alguna uno de sus más incondicionales amores, a lo largo de su vida no dejo de encantarse y sorprenderse con sus monos, gatos, perros, venados, pavos y loros, la naturaleza se volvió parte intrínseca de su vida y por su puesto de su obra. Otro de los grandes amores que tuvo fue el color, elemento que marcó y caracterizó su obra por hacer tributo a la cultura mexicana y sus raíces, un elemento que la llenaba de alegría y mariposas en el estómago. Frida también tuvo algunos otros pequeños grandes amores, el amor por la cerveza, por los ratos con amigos, el mole de pato, las cocadas, el dulce de camote con piña, el dulce de mamey y su canción favorita la “La aldeita”.

Aunque Frida sin lugar a dudas tuvo muchos amores, su más grande amor era la vida y todos esos pequeños detalles que la conforman, creer que el único amor de Frida fue Diego no solo puede llegar a ser una conclusión un poco a la ligera sino que demerita toda una vida llena de superaciones, de dolores, de alegrías, pero sobre todo de ese amor tan profundo por estar viva por cantar, por reír, por soñar, por crear, pero sobre todo por sentir intensa y profundamente todo eso que nos hace ser quienes somos. Entonces si entendiéramos que la vida de Frida y de todos nosotros está llena de esos pequeños grandes amores que a veces son personas, a veces lugares, a veces animales o incluso recuerdos nunca sentiremos que el amor no ha llegado a nuestras vidas porque entenderemos que ya vive en cada uno de nosotros.

Y dejaremos de odiar un poquito menos al pobre San Valentín.

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