Ancestralmente la costura se le ha delegado al género femenino, pues en la época victoriana era muy común que las mujeres se dedicaran a esta labor en un ambiente doméstico, la labor reflejaba la intimidad de ellas y su cotidianeidad.
No obstante, con el paso del tiempo esta práctica comenzó a develar información que iba más allá de una tarea del hogar. Empezó a vislumbrar procesos creativos y discursos; y a su vez a mostrar la historia misma de los textiles, así como los diseños y prácticas que moldearon su identidad.
El costurero del viche, fue una experiencia creativa en la que Culto buscó reivindicar el bordado por medio de las artes, recalcar su poder reparador y empoderar a quienes fueron participes del evento.
Entre brindis y risas, los participantes intervinieron una obra original de la artista María Paula Suárez, quien compartió relatos sobre su trayectoria con el bordado y como llegó a implementar esta técnica en su obra. La artista contó como el origen de esta labor, tuvo lugar cuando desarrolló una de sus primeras piezas de portafolio “Universos microscópicos”:
“Las piezas tienen un origen de carácter anecdótico, de una experiencia personal, tras la formación de unas masas amorfas de carácter quístico en mi cuerpo, fue entonces cuando empecé a entender el cuerpo como un territorio.
Con el tiempo, las masas fueron incrementando su tamaño. Decidí usar mi cuerpo como un organismo de estudio, y estas piezas responden a las imágenes de las células que componían los tejidos mamarios que conformaban las masas dentro de mi.
Universos microscópicos es una obra en la cual bordé, repare y sane un territorio, el mío. “
El costurero, sin duda alguna se convirtió en un espacio intimo, de catarsis y para algunos de sanación. La obra, titulada Vértice, respondía a un momento suspendido, en el que varias personas se encontraban en un mismo lugar, y el taller ciertamente cumplió con ese objetivo.
Los participantes aprendieron a bordar, se tomaron unos tragos y compartieron un espacio diferente.
¡Salud por el arte!
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